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En memoria de David Graeber


"¿Y si definimos la economía cómo la forma en la que cuidamos los unos de los otros?"


David Graeber será recordado como uno de los antropólogos más influyentes de la historia. Su obra transfomó nuestra forma de entender la economía, la democracia, el valor, la imaginación política, el activismo, el trabajo, la burocracia, los reyes y hasta los piratas. Quienes tuvimos la maravillosa oportunidad de conocerlo y aprender de él continuaremos difundiendo su legado.



Desde el LAAB rendimos homenaje a su vida y obra recordando algunos sus trabajos que nos han inspirado.


¿CÓMO DEFINIR LO QUE ES HERMOSO, LO QUE VALE LA PENA, O LO QUE ES IMPRTANTE?


Graeber, en su libro Hacia una teoría antropológica del valor. La moneda falsa de nuestros sueños, sugiere que, por décadas, los y las antropólogas hemos intuido que la pregunta sobre el valor nos ayudará a “comprender cómo las diferentes culturas definen el mundo de maneras radicalmente diferentes”. Pero, ¿cuál es el valor de las personas, de los objetos que nos rodean o de nuestras acciones? En su apuesta por construir una teoría antropológica del valor, en la primera parte de su libro Graeber hace un recorrido histórico y teórico de las diferentes formas desde las que se ha explorado el problema del valor. En la segunda parte, desarrolla su propuesta de que el valor emerge de la acción humana; el proceso mediante el cual las acciones adquieren significado.


El valor puede ser entendido como el grado en el que los objetos son deseables, medido en términos de lo que estamos dispuestos a dar a cambio por estos (dinero, por ejemplo). O puede tener que ver con lo que consideramos deseable en primer lugar, muy ligado al concepto de lo que es moralmente considerado como bueno. También podríamos pensar que lo que es valioso es porque significa algo para nosotros. Tratar de reducir el valor a alguno de estos sentidos (económico, moral o lingüístico), ignora partes importantes de un proceso complejo.


Si nos limitamos a solo ver el valor económico, dejamos de lado lo que no podemos comparar con nada más, lo que no estamos dispuestos a intercambiar y, quizás por eso, lo que más valoramos. Si nos vamos por una visión moral, podemos perder de vista la base material de la vida y, si optamos por lo significativo, entonces es difícil entender por qué y cómo cambia lo que nos parece importante. A pesar de la jerga y los argumentos aparentemente más complejos, la teoría contemporánea no deja de caer en la tentación de reducir el valor a una de estas manifestaciones.


El problema parece ser la insistencia en que son las cosas y las personas las que tienen valor. De hecho, hablamos así del valor porque el capitalismo nos ha enseñado a hablar sobre las personas y las cosas como si fueran cosas. Si, en cambio, pensamos que son las acciones las que tienen y crean valor dejamos de desconectar la vida material, la moral y los procesos significativos de la vida social. Graeber nos invita a entender la sociedad como aquella audiencia frente a la cual las acciones de las personas son valiosas; en otras palabras, la coordinación de los esfuerzos de las personas por crear valor. A su vez, esto nos da una imagen de lo social como aquello que emerge de los constantes actos de reciprocidad, colaboración y solidaridad. Esta es una manera muy esperanzadora de pensar el valor como algo no unido a las esferas de producción y al consumo, sino a la imaginación y creatividad humana.


Por Giselle Figueroa y Pablo Jaramillo


¿CÓMO LOS SERES HUMANOS ORGANIZAN SUS PROPIOS ASUNTOS?

En Fragmentos de una Antropología Anarquista, Graeber propone una teoría política como una potencia transformadora de la sociedad, conjugando discusiones de la antropología sobre organización social, intercambio y prácticas de deliberación y, al mismo tiempo, del anarquismo relacionado con la autonomía, la autogestión y la desobediencia.


¿CÓMO SE CONFIGURAN PROCESOS COLECTIVOS DE CONSENSO? ¿CÓMO SE CONSTRUYEN ALTERNATIVAS DE ORGANIZACIÓN POLÍTICA?

Las disputas de lo político se presentan en los márgenes del Estado, en el que las transformaciones sociales no se plantean como una revolución de clases sociales con un horizonte de toma del poder, sino como una revolución permanente, en tanto que invención creativa de otras maneras de pensar, actuar y organizarse.


La democracia representativa no es una verdadera democracia ni su nacimiento se puede situar en la antigua Grecia. La democracia directa ha existido mucho antes y los seres humanos han configurado modos de gestionar los asuntos colectivos desde siempre. Estas prácticas políticas se han dado a lo largo de la historia, pero también en distintos contextos etnográficos actuales, en los que las prácticas políticas se dan más allá del beneplácito de los estados nacionales; desde formas de asociación autónomas y soberanas.


¿POR QUÉ SI EL ANARQUISMO PARECE ESTAR MÁS VIVO QUE NUNCA, HAY TAN POCOS ANARQUISTAS EN LAS UNIVERSIDADES?

Esta es otra de las preguntas que atraviesa el libro ya que, para el autor, la academia es un lugar autoritario de competencia entre expertos.


Graeber se encuentra en busca de una teoría política cercana al anarquismo, que no se inscriba exclusivamente dentro de su surgimiento a mediados del siglo XIX. Le interesa aproximarse a relaciones sociales cercanas al apoyo mutuo, la solidaridad y la autogestión, en contextos específicos y desde sus contradicciones y posibilidades.


Su relación con el anarquismo consiste en señalar que es un sistema inacabado y fragmentario que contiene posibilidades emancipadoras. Además, constituye un lugar de posicionamiento político dentro de la academia, pues parte de principios antiautoritarios, antijerárquicos y libertarios.


Fragmentos de una Antropología Anarquista es un texto fragmentario y parcial. Pero es allí en donde radica su fuerza y su potencia. Se encuentra escrito en un lenguaje accesible y directo, que, de manera análoga, se acercaría más al Manifiesto Comunista que a El Capital. En suma, este ensayo de Graeber, está escrito no sólo para pensar, sino, sobre todo, para actuar.


Por Sebastián Ruiz Gómez


“Acción Directa: una etnografía” es todo lo que una buena etnografía debería ser: nos invita a “imaginariamente adentrarnos en un universo moral y social” (p. 509). En este libro, Graeber describe su participación en el movimiento anarquista en Estados Unidos, que a inicios del nuevo milenio jugó un papel clave en el movimiento por la Justicia Global. Lo hace en dos partes. La primera es una ilustración de la práctica de la acción directa, y la segunda es una inspiradora reflexión sobre la primera, a través de eliminar la división entre teoría y práctica, pues dentro del espíritu de la acción directa “la práctica es siempre la ideología” (p. 328).


El gran tamaño del libro puede ser intimidante al inicio, sin embargo, la claridad y el estilo de Graeber lo hacen accesible para lectores dentro y fuera de la academia. En las primeras 200 páginas, generosamente nos comparte sus experiencias y notas de campo como parte de la Red de Acción Directa en Nueva York (DAN NYC por sus siglas en inglés), así como los diálogos y eventos que condujeron a las protestas anti capitalistas contra la Cumbre de las Américas en la ciudad de Quebec en 2001. Con un completo relato de la toma de decisiones basadas en el consenso, las asambleas comunitarias, los grupos de afinidad, los entrenamientos para la acción y las formas creativas de protesta y confrontación con la policía, retrata “la cultura del activismo” de una forma entretenida y perspicaz.


Los siguientes capítulos contienen varias consideraciones teóricas, pero poco abstractas, pues como “el propósito de la etnografía es esencialmente descriptivo” siempre “estará al servicio de la descripción” (p. 509). la discusión sobre la yuxtaposición entre la "ontología de la violencia" -que Graeber le atribuye al Estado- y la "ontología de la imaginación" -que les atribuye a los activistas-, ilumina lo que ocurre entre los protestantes, la policía y los medios corporativos.


Es preciso destacar que Graeber, un maestro en crear narrativas alternativas, no solo nos hace cuestionar las representaciones predominantes sobre el llamado Bloque Negro, sino también nos reta a repensar nuestras propias “reglas de involucramiento”; es decir, las estructuras bajo las que pensamos y actuamos. Nos invita a imaginar alternativas.


En este sentido, Acción Directa es una lectura esencial para quienes estén interesados en retar su entendimiento de la política anarquista. Es también una lectura que aporta un contexto para entender fenómenos actuales (y las reacciones de los gobiernos), como las zonas autónomas (temporales), los grupos de ayuda mutua, entre otras prácticas auto organizadas que se han multiplicado recientemente y han llamado la atención pública en el mundo entero.


Este libro debería ser recomendado, especialmente en estos tiempos en que estamos en constante búsqueda de alternativas, a quien quiera entender por qué la acción directa es una alternativa. Esta trae consigo las semillas para una sociedad radicalmente diferente: “En su esencia, la acción directa es la insistencia […] de actuar como si uno ya fuera libre” (p. 203).


¡Gracias por esto y descansa en el poder, David!


Por Anna-Céline Sommerfeld



En deuda: una historia alternativa de la economía (2011) no es solamente un libro de antropología económica; al menos no en el sentido especializado de la expresión. Es también un libro de economía política, si uno acepta su definición clásica como ciencia moral, enfrentada a los dilemas (o grandes preguntas) del egoísmo y la reciprocidad, la utilidad y el interés.


En deuda es un libro de pensamiento económico, uno que quienes se interesen en la economía debieran leer para abandonar el relato simplista y perezoso de la teleología del crédito que está en todos los manuales de economía. En este relato ingenuo que conocemos de memoria primero fue el trueque, pero las sociedades se hicieron más complejas y el trueque se hizo impracticable; luego fue el dinero, la moneda, siempre en representación de un patrón de valor, sal, oro; finalmente, con el capitalismo, emerge el crédito y el dinero se abstrae (se desvanece en el aire) hasta hacerse virtual.


A este relato, que ya hace parte de un cierto sentido común, Graeber aplica un sentido común renovado, agudo, implacable. El lector asiste a su argumentación como a una serie de epifanías, y es inevitable no sentirse un poco engañado al concluir, con Graeber, que la historia no es como nos la han contado. No hay nada nuevo en el dinero virtual:de hecho, es la forma original del dinero; los sistemas de crédito y deuda existieron desde mucho antes que cualquier moneda. El trueque, por supuesto, no es más que una historia pueril que nos gusta contarnos ¿De verdad llegamos a creerla?


El mito del trueque no es más que el triunfo de un pensamiento económico que pretende liberarse de lo político, de las bases sociales del intercambio, contextuales, asimétricas, violentas. Al dejar atrás ese relato, Graeber identifica la deuda como la articulación esencial de la economía política. La lucha de clases ha sido siempre una lucha entre deudores y acreedores; una tensión constante alrededor de contratos, intereses, amnistías, secuestro de bienes, esclavitud y peonaje, calificaciones financieras.


La mejor manera de justificar las relaciones basadas en la violencia es presentarlas como asuntos morales, enmarcándolas en el lenguaje de la deuda, de modo que es siempre la víctima la que ha hecho algo mal. La deuda es la cuantificación de la obligación; y la cuantificación y la violencia tienen una historia común. A través de esta historia de larga duración del concepto de deuda, Graeber pone de vuelta lo político en la economía política.


En deuda no es sólo un libro de antropología económica; es también un libro de filosofía moral, de historia de las ideas, una fuente inclasificable de ideas sugerentes que Graeber prologa con un anuncio atrevido: “Por mucho tiempo, el consenso intelectual ha sido que ya no podemos hacernos Grandes Preguntas. Pero me parece a mí que no tenemos otra opción”.


Por Mauricio Montenegro



La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia es un libro que reflexiona sobre la ambigüedad de la burocracia. En él, David Graeber se aproxima a las paradojas, tensiones y contradicciones tanto a nivel macro social —anotando cómo todo a nuestro alrededor se ha ido burocratizando silenciosamente—, como a nivel personal —relacionándola con nuestros deseos y miedos más profundos—.


En el primer ensayo de esta colección, David señala a la izquierda por no tener una verdadera crítica a la burocracia y rechaza sobre-identificación entre Estado y burocracia. Apela al origen históricamente burocrático de los mercados y a la creciente fusión de la burocracia pública y privada (un tema que tocará de nuevo en su libro Trabajos de Mierda). Desde su perspectiva, el avance de la burocracia se observa en el uso de la violencia física como amenaza, la financiarización, y la creciente subyugación de la tecnología como herramienta de vigilancia y poder.


A la vez, David explica por qué esta nos sigue atrayendo: nos presenta un ideal de orden y claridad, se basa en la idea de mérito y nos dibuja un mundo que funciona con igualdad de normas para todas y todos. El problema es que este ideal nunca está a la altura de lo que promete.


En el segundo ensayo, define la burocracia como una forma de violencia a la imaginación. Al imponerse, niega la posibilidad de comunicación y entendimiento. Estas “zonas muertas de la imaginación” nos hace sentirnos estúpidos cuando nos enfrentamos al intrincado mundo del llenado de formularios que nunca terminamos de entender del todo bien. Además, David escribe una queja que ha encontrado eco en muchos corazones: ¿por qué no tenemos aún autos voladores? alrededor de la cual argumenta que la sobre burocratización de nuestras instituciones han ahogado el espíritu innovador que existió en la edad de oro del optimismo tecno-científico. Tenemos más departamentos y programas de “innovación” y “creatividad” que nunca antes en la historia, sin embargo pocas de las promesas de la ciencia se han ido materializando como alguna vez se predijo.


Señala que el ideal del servidor burocrático es un racionalismo con forma de espiritualidad, que nos lleva a juzgar la burocracia como algo neutral y "libre de valores". Contrasta esto con el principio antiburocrático de mundos fantásticos y sociedades anti-heroicas.


El libro termina reflexionando sobre la tensión entre la fuerza conservadora, pero protectora, de la burocracia y la fuerza creativa, pero potencialmente perturbadora, del juego como expresión de libertad. La utopía de las normas nos invita a explorar las luces y sombras de la burocracia en nuestra sociedad contemporánea, pero también en nuestra imaginación.


Por Gabriela Cabaña



¿ALGUNA VEZ HA SENTIDO QUE SU TRABAJO NO APORTA NADA SIGNIFICATIVO A LA SOCIEDAD?

Alrededor del 40% de los trabajadores del mundo sienten que si su trabajo desapareciera de la noche a la mañana absolutamente nada pasaría. En el libro "Trabajos de mierda, una teoría" David Graeber explora este creciente fenómeno al que, curiosamente, nadie le había puesto atención.


Los “trabajos de mierda”, contrario a lo que podríamos entender por sentido común, no son aquellas labores desagradables y mal pagas, sino trabajos de oficina prestigiosos y altamente remunerados. La forma más fácil de identificar estos trabajos es cuando la persona misma reconoce tener un trabajo de mierda, como lo hicieron más de 250 personas que le escribieron a David, contándole sobre su infinito aburrimiento en sus puestos de trabajo.


LOS TRABAJOS DE MIERDA SE PUEDEN CLASIFICAR EN CINCO CATEGORÍAS

Los que existen solo para que sus superiores se sientan importantes (ej. recepcionistas, asistentes), quienes existen solo porque en otras compañías hay un puesto similarmente agresivo (ej. lobistas, abogados corporativos, relacionistas públicos), quienes solo existen para resolver problemas que no deberían haber surgido (ej. corregir los informes escritos por los jefes), los que existen para que la compañía pueda afirmar que está haciendo algo que en realidad no hace (ej. rellenar encuestas de satisfacción) y los que se encargan de asignar tareas sin sentido a sus subordinados o, incluso, de crear las vacantes para los cuatro anteriores trabajos de mierda.


¿POR QUÉ ALGUIEN SE SENTIRÍA MISERABLE Y DEPRESIVO AL TENER UN TRABAJO SIN SENTIDO, SI POR LO GENERAL ESTE ES BIEN REMUNERADO?

Esta pregunta lo lleva a explorar el valor del trabajo y la transformación de su significado a lo largo de la historia. Solamente hasta el siglo XX el trabajo adquirió valor como una forma de disciplinamiento y sacrificio. Desde entonces, nuestra relación con el trabajo se expresa en un tipo de masoquismo: tenemos que sufrir para sentir que merecemos una remuneración por aquello que hacemos.


Sin embargo, en nuestras relaciones cotidianas, no recordamos a nuestros seres queridos por aquello a lo que se dedican, sino por la calidad de personas que fueron. Nunca encontraremos en un epitafio una frase que diga “era una buena abogada”, sino algo relacionado con el amor que profesó y recibió de sus amigos o familiares. Aún así, la primera pregunta que nos hacen cuando conocemos a alguien es ¿y en qué trabajas?


Uno de los hallazgos más importantes del libro es que existe una relación inversa entre el valor social que generan los trabajos y la remuneración de éstos. La vida laboral se limita básicamente a dos opciones: tener un trabajo de mierda que servirá para vivir cómodamente, pero con la insatisfacción de saber que no se está aportando nada a la sociedad, o tener un trabajo que beneficie a muchas personas como cuidar de los demás, y recibir una remuneración tan precaria que no alcanzará para sobrevivir. Frente a este aparente callejón sin salida, una solución prometedora parecería ser la Renta Básica Universal, cuya propuesta consiste en disolver la dependencia entre subsistencia y trabajo.


Con este análisis divertido y sofisticado David descubre una de las mayores contradicciones del capitalismo contemporáneo: su ineficiencia.


Por Giselle Figueroa


Gracias a todos aquellos que hicieron posible este homenaje

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